Por Yaqui Andrés Martínez Robles
Esta es la segunda parte de una serie de reflexiones con respecto de un tema que me han solicitado mucho a partir de un par de sesiones en Facebook Live junto a Max Jiménez, con quien realizo una ‘conversación pública’ semanal desde hace un mes.
(Transmitimos los jueves a las 3:05 hora CDMX, México.)
Me refiero a tratar de clarificar un poco de la confusión que existe con respecto a las diferencias y similitudes presentes entre la(s) llamada(s) Terapia(s) Humanista(s), y la Terapia Existencial, y conocer un poco más de este hermoso campo de las Prácticas Fenomenológico- Existenciales o Conversaciones Poderosas.
Algunos segmentos que compartiré se encuentran en el Volumen 1 y otros en el Volumen 2 de mi obra: Terapia Existencial. Teoría y práctica relacional para un mundo post-Cartesiano. Editados por el Círculo de Estudios en Terapia Existencial (CIR-EX).
En la entrega anterior intenté aclarar los principales usos de la palabra existencial cuando se vincula a otras como “terapia” o “psicología”. En la presente me propongo profundizar un poco en las diferencias básicas sobre la perspectiva general de la postura Existencial y de la Humanista.
La diferenciación de la aproximación existencial y la humanista no siempre ha sido clara.
De hecho, a varios teóricos de diferentes corrientes psicológicas americanas se les suele conocer como existencial-humanistas, y algunos piensan que no habría porqué hacer ninguna separación entre el pensamiento existencial y el humanista ya que, para ellos, ambas corrientes se empalman.
Me parece que gran parte de esta confusión se apoya en que la perspectiva humanista suele retomar aspectos de la filosofía existencial y de la fenomenología –aunque en algunos casos parece que son tomados sin una adecuada comprensión de los mismos (como ya les contaré más adelante), al grado de que incluso desarrollan posturas contradictorias con respecto a las bases de la fenomenología-existencial–. Además, enfoques tradicionalmente llamados “humanistas”, como el Enfoque Centrado en la Persona de Carl Rogers, la terapia Gestalt [1], y el psicodrama de Jacob L. Moreno, suelen presentarse con orgullo como “enfoques existenciales”, o con fundamentos fenomenológicos. Sin embargo, varios de estos enfoques tienden a poner mayor atención en las dimensiones intrapsíquicas e individualistas de la existencia (con excepción de la Gestalt Relacional), y a menudo al desarrollar sus puntos de vista, olvidan o no consideran centrales los aspectos más filosóficos de los mismos, a diferencia de lo que ocurre con la Terapia Existencial.
Tanto Irvin Yalom, uno de los autores existenciales más conocidos, como Kirk Schneider, mencionan que hay una diferencia fundamental de acento entre los dos enfoques. Mientras que la perspectiva existencial “pone el acento en las limitaciones humanas y las dimensiones trágicas de la existencia”, como “la necesidad de enfrentarse a la angustia que surge de la incertidumbre”, “los dilemas, la tensión y el crecimiento filosófico y social”;
la perspectiva humanista está más interesada en “el optimismo, el potencial, y el crecimiento individual o la auto-realización”. Dicho énfasis de la perspectiva existencial en los aspectos duros o trágicos de la existencia, ha llevado a que en algunos lugares se cuente como broma: “la terapia existencial es parecida a la psicología humanista… ¡sólo que es más miserable!”.
Aunque podemos estar de acuerdo con tales comentarios, me parece que bastante genérica pues cometen el error de igualar la perspectiva existencial con el énfasis en ciertos temas, perspectiva que ya mencionamos en la primera parte de este blog (Clic aquí para leer la 1er parte de este artículo). Tal posición olvida que... la existencia esta formada por aspectos tanto agradables como desagradables, maravillosos como terribles.
En mi experiencia leyendo, estudiando y compartiendo con terapeutas humanistas, he experimentado que suele haber en ellos un cierto “optimismo”, una visión positiva del ser humano, llegando a considerarlo incluso: “bueno por naturaleza”. La diferencia con la mirada existencial comienza porque ésta no tiene una perspectiva que se comprometa con una definición tan específica de nuestra humanidad. Para la fenomenología-existencial no es posible determinar si el ser humano es bueno o malo por naturaleza ya que, para empezar, la “bondad” o “maldad” son conceptos socialmente construidos, que dependen del contexto inter-relacional para sostenerse como tales. Lo que resulta “bueno” en un contexto, puede ser “malo” en otro. . Además desde la mirada existencial, el ser humano se está construyendo momento a momento, no es un producto acabado ni responde a una esencia (ni buena ni mala) específica de su ser. Por lo tanto, aún si existiera una definición certera y absoluta de “lo bueno” y “lo malo”, una persona podría caer en una en un determinado momento, y en la opuesta al siguiente. A esto se refiere la famosa frase de J.P. Sartre: “La existencia precede a la esencia”. Esta sería, quizá, una primer diferencia fundamental entre estos dos enfoques.
En la siguiente entrega continuaremos reflexionando sobre las diferencias entre la perspectiva Existencial y la Humanista de manera más específica y particular. Por lo pronto, les invito a dejarme aquí sus comentarios o preguntas dentro de este mismo blog, para mantener el diálogo abierto, o iniciar alguna conversación en la sección del foro de esta misma página.
¡Bienvenid@s a la conversación!
[1] Es indudable que la Terapia Gestalt contiene influencias de la fenomenología-existencial. Estas influencias resultan más claras en las perspectivas gestálticas que suelen denominarse de campo, o relacionales. El mismo Fritz Perls solía decir que la Gestalt era una de “las tres terapias existenciales”, junto a la Logoterapia de Frankl y el Dasein Analysis de Binswanger, y algunos teóricos gestálticos actuales opinan que la Gestalt es una “Fenomenología práctica”.
Otras informaciones de Interés:
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